Oveja Negra
Lagartija de Exportación
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- 23 Abril 2006
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Me provoca cierta sensación de paz saber que no soy el único que está encabronado con todos los que han apoyado y callado sobre las expresiones violentas de las "perlitas intocables" que son los estudiantes secundarios.
Columna de Cristián Warnken
Pero confieso, en cambio, que es muy doloroso darse cuenta de que varias jóvenes promesas de una nueva política que surgieron después del movimiento estudiantil de 2011, y a los cuales dediqué entusiastas columnas en este mismo medio, no estuvieron a la altura en esta crisis. Su relativización de la violencia delictual o terrorista que el pueblo ha vivido en carne propia en estas duras jornadas es inaceptable. Qué paradójico: en momentos en que un gobierno de derecha —por el que no voté— está en jaque por una vasta movilización ciudadana, se me cayó mi izquierda, a la que pertenecí y desde la que luché contra la dictadura militar en la década del 80, y que abandonó a un pueblo que tuvo mucho miedo en estas noches de terror desbocado. Pero, para ser justos, ya esa decepción había empezado a nacer en mí antes, cuando vi la devastación de un símbolo de la educación pública, el Instituto Nacional. La educación pública incendiada, el metro incendiado: lo público en llamas, y la izquierda callada. Y no pude dejar de pensar en Albert Camus, el filósofo francés que —en plena crisis de Argelia— ya había desmenuzado y criticado cualquier “terrorismo inútil” con claridad y valentía, ganándose una andanada de ataques arteros de su propio sector. Camus, un hombre de izquierda, no era un intelectual de doble estándar como Sartre, que hizo vista gorda de los horrores estalinistas.
Columna de Cristián Warnken