Nadie ha dicho que nunca más en la historia se pueda crear una nueva Constitución. Eso sería tan absurdo como lo que en la práctica se ha deslizado de seguir perpetuando todas estas elecciones hasta que salga una nueva Carta Fundamental (y para qué hablar de una supuesta imposibilidad, según insinúas, de reformar la Constitución, cuando eso es precisamente lo que siempre hemos defendido quienes estamos en contra de desterrar la Constitución de 2005).
Lo único que digo es que el proceso insurreccional del 2019, que derivó en un show constituyente, tuvo su fin. Es más: el tenor de TODAS las las declaraciones políticas de la época, incluso del propio acuerdo político original, dan a entender que SIEMPRE se asumió que aquí las opciones eran: o se aprueba el proyecto que surja de este proceso constituyente (con un plebiscito de entrada, una Convención con un período delimitado, y el plebiscito de salida) o sigue rigiendo la Constitución de don Ricardo Lagos.
¿Qué pasó? Claro, que aún cegados por la efervescencia del octubrismo (que rigió -y aún rige- muuuucho más allá de octubre de 2019), así como por la cobardía imperante y transversal, NADIE llegó a imaginarse jamás, cuando todavía no se iniciaba el itinerario, que un proyecto de nueva Constitución fuera a ser rechazado. La izquierda estaba tan excitada con su fetiche y oportunidad histórica, y la derecha tan acobardada, ensimismada y entregada, que NADIE llegó a esperar ni por un momento siquiera que el proceso no fuera a terminar como el curso de la historia, en ese preciso momento, parecía indicar que acabaría (lo que, una vez más, realza la importancia de entender que la historia no es determinista y la construyen los pueblos día a día).
Flash-forward a mediados-fines del 2021. ¿Qué tenemos? Un payaseo histórico que nos ha convertido en el hazmerreír del mundo y la perspectiva real, amparada reiteradamente en encuestas, de que el paseíto en el parque que hace dos años todos creían que iba a ser termine convirtiéndose en un fracaso político sin precedentes.
Y recién ahí, cuando por primera vez los políticos asquerosos empiezan a olfatear el ambiente y a percibir que la posibilidad del rechazo -insisto: totalmente impensable dos años atrás- es real y puede llegar a darles un portazo en la cara, salta esta teoría imbécil e ilógica de que el voto de una cifra que no llega a los 6 millones de chilenos en una elección particular, habría creado un mandato irrevocable que nos obligaría a estar en un loop jurídico-político infinito hasta que
algo distinto a la CPR del 2005 se apruebe.
Eso es lo más nauseabundo de todo: esas postales estúpidas de Vlado Mirosevic y Elizalde abrazándose como si Chile hubiera ganado algo, mientras la gente la está pasando como el reverendo pico, ahogada con deudas, una canasta básica cuyas alzas ya no dan para más y una inseguridad que nos ha obligado a un cambio radical en nuestro cotidiano estilo de vida, que ya no nos permite siquiera salir a dar una vuelta por la calle cuando está medianamente oscuro sin miedo de que un negro de mierda sin papeles te pegue un cuchillazo.
Y ahí está obviamente la prensita criolla de la élite, una vez más lamiéndole el escroto a sus amigos políticos, celebrando el "gran acuerdo" y publicando artículos pelotudos como el de El Mercurio al día siguiente, cuando ponía como titular principal de EMOL "los ganadores y perdedores del acuerdo", como si fuera tremenda saga política digna de House of Cards, o como si acaso tuviera alguna relevancia real (encima entrevistando a una manga de opinólogos políticos pelotudos con un nivel de análisis tan superficial que... dios mío, no sé ni qué decir). Ni qué hablar de esa postal gráfica antes mencionada y que los medios se encargaron de difundir a los cuatro vientos, rodeada de ribetes cuasiépicos: ¡Oh! ¡Qué
maratónica jornada han debido sufrir nuestros representantes para alcanzar al fin este acuerdo!
Buen chiste. Una chela a que no pasa nada y nos seguimos hundiendo, con suerte, de aquí hasta que ocurra algún hito radical que no pueda sino cambiar la pauta.
Corta:
--Nicanor Parra