El pasado 2 de abril, en medio del frío andino, el doctor Reynaldo Morales, médico intensivista del Seguro Social del Perú, recibió en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Lorena del Cusco a un paciente británico de más de 80 años. Tenía problemas para respirar y al parecer había llegado solo a esta ciudad para hacer turismo, cuando fue atacado por
la covid-19.
Cinco días después, a pesar de la ayuda de la ventilación mecánica, falleció. No encontraron a ningún amigo ni familiar suyo en la ciudad, y ni siquiera a través de la embajada del Reino Unido en Lima, por lo que fue cremado apenas en presencia de los fiscales encargados. Días antes, habían sucumbido ante la enfermedad un ciudadano chino y otro mexicano.
Allá en las alturas
“Hay algo que nos protege”, sostiene Morales, luego de explicar que ha notado diferencias entre un paciente que vivió toda su vida, o varios años, en esta capital —ubicada a 3.399 metros sobre el nivel del mar— y uno de afuera. Es más: los muertos en todo el departamento del Cusco por la pandemia en ese momento eran cuatro, los tres extranjeros mencionados y solamente un cusqueño.