Lo de Carlos Peña ya es ridículo. No sé quién, que se declare liberal o pretenda regirse por cierto rigor intelectual, podría seguir a estas alturas encontrándolo lúcido (dejo, por si a alguien le interesa, un
pequeño ensayo que escribí hace algún tiempo sobre su entrevista para el último 18 de octubre).
En el caso particular de esa carta el nivel de análisis es el de un cabro chico, incurre en yerros tremendamente básicos para alguien que se supone es versado en política. Pero bueno, como bien escribía hace unos meses, a veces el tatita se nos pierde entre la figura del sociólogo/observador y el analista de contingencia. En este caso particular, además, a la hora de analizar la contingencia se deja llevar por caricaturas y falacias demasiado evidentes como para empezar a desgranarlas, sin contar que entra en disquisiciones que son tremendamente superficiales e irrelevantes y dan para preguntarse si no se estará medicando.
Así que a otro perro con esa falacia de autoridad, que Peña ya no es autoridad para nadie medianamente serio.