He pasado por miles de gobiernos. Un secreto que nos dio mucho resultado fue crear conciencia del problema en los que estaban en la lucha por el poder y darles la información que les sería útil para alcanzar o para mantener el poder. Cuando llegaba el momento de las elecciones empezábamos a pasar la cuenta. Pero incluso cuando logras tener el apoyo, debes pedir recursos económicos. Hoy día yo sé cuánto costó el proyecto porque lo hemos calculado: entre los años 1970 y 2000 el país gastó 23 mil millones de dólares para prevenir el daño precoz en los primeros años de vida. Si tú le decías al político en aquella etapa: “Es posible solucionarlo pero hay que invertir 23 mil millones de dólares y el resultado de esto no se verá mañana sino en la próxima generación”, el entusiasmo de los políticos decaía. El mayor esfuerzo y costo estaba en la prevención, por lo que elaboramos un programa de intervenciones específicas para implementar que necesitaba muchos recursos del Estado. Fue con Salvador Allende que comenzamos, pues, como era médico, entendió la importancia del problema e incluso usó la palabra “desnutridos” en su campaña. Sin embargo, cuando llegó al gobierno las cosas cambiaron debido a las vicisitudes que apremiaban. Luego vino el gobierno militar y ahí se creó, por recomendación nuestra, el Consejo Nacional para la Alimentación y Nutrición que agrupaba a cinco Ministerios: de salud, de la vivienda, de obras públicas, de planificación y de corporación de fomento. Junto con el general de la Aviación, Gustavo Lee, nosotros argumentamos que si este país no era capaz de salir de esta situación, no tenía destino. Teníamos que ser capaces, por el bien de la autodefensa del país, de que los chilenos no estuvieran dañados. Y así se decidió llevar a cabo una estrategia global.