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- 19 Octubre 2007
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Fuente: http://www.paislobo.cl/2018/03/se-seca-la-ilusion-de-la-leche-y-solo.html
Las cifras son elocuentes: durante 2017, de acuerdo a la información oficial de Odepa y el Banco Central, Soprole/Prolesur, propiedad de la neozelandesa Fonterra, utilizó 177 millones de litros de leche extranjera -cifra calculada a partir de los ingresos de quesos y leche en polvo de otros países convertidos a litros- dentro de los productos que ofrece a los consumidores, lo que equivale al 27,5% del total de su oferta a consumidores traducidos a litros. Nestlé, en tanto, usó 116 millones que representan el 23,7% de la leche presente en sus productos; el resto de las marcas menores, otros 468 millones de litros que representan un 52% de leche extranjera dentro de sus productos.
Las honrosas excepciones fueron Watt´s, con 9 millones equivalentes al 3,1% y Colun, con sólo un millón que equivale al 0,17% de toda la “Magia del Sur”, con un agregado más a su favor: la Cooperativa Lechera de La Unión no seca la leche chilena que usa.
¿Cómo fue posible que una nación con una, supuestamente, inmejorable ventaja competitiva en el mercado de lácteo internacional terminara con una producción estancada, sin posibilidades de exportar al exterior y ofreciendo a los consumidores chilenos una relevante cantidad de quesos extranjeros y productos hechos con leche reconstituida, tanto del exterior como nacional? La historia se inicia a comienzos de este siglo.
Era marzo de 2001 cuando el entonces subsecretario de Agricultura, Arturo Barrera, viajó a Nueva Zelanda para, según dijo, “conocer el funcionamiento del modelo neozelandés de producción de leche, orientado fundamentalmente a los mercados internacionales, y los cambios que está experimentando el sector lácteo”, previo a firmar un Acuerdo de Libre Comercio con esa nación.
De inmediato, los gremios chilenos manifestaron su oposición al posible tratado, al considerar que lo que buscaba la nación Oceánica era ahogar la producción nacional, usando para ello a Prolesur/Soprole, con el objetivo de que ejerzan un control de precios que les permitiera, a largo plazo, generar el espacio para triangular su leche, usando para ello toda la plataforma de acuerdos comerciales de Chile. Esta tesis, fue reavivada el pasado 25 de febrero de 2018 por el productor de Aproleche, Cristián Richter, en entrevista con El Austral de Osorno.
La advertencia gremial de inicios de siglo no fue escuchada. Chile firmó el acuerdo con Nueva Zelanda y, al mismo tiempo, comenzó la reconversión de su sistema de producción hacia el estacional de ese país Oceánico que sólo concentra la extracción de leche en primavera-verano, cuando abunda el pasto, y por ello es unánimemente considerado como el más adecuado para abordar el desafío exportador con costos de estándar mundial.
La sobre abundancia de litros de leche que se genera en ese periodo del año es imposible de absorber por el mercado local, lo que se soluciona secando la leche que se recolecta y por ello el cambio de sistema debe ir acompañado de la consolidación de mercados de exportación que permitan colocar la mayor parte del superávit, ojalá, con el mismo éxito de las frutas y los vinos, etc… Empresas como Soprole y Nestlé iniciaron entonces la construcción de grandes torres de secado en Osorno, con inversiones por más de 70 millones de dólares, todo ello, supuestamente, pensando en el exterior.
Hubo, sin embargo, un imperceptible cambio para el mercado interno, de la mano del abordaje del desafío exportador: al tiempo que se levantaban las modernas torres de secado en las plantas de la gran capital lechera del sur, las empresas dejaron también de elaborar productos con valor agregado en la zona –yogurt, manjar, etc…-: con el objetivo de abaratar costos: así, la leche que supuestamente sólo se secaba para ir al exterior, se convirtió también en la materia prima principal con la cual sus productos empezaron a ser elaborados en Santiago, a excepción de Colun, que continuó haciendo sus productos en origen, es decir, en el lugar donde recolecta su leche y por ello, no tiene necesidad de secarla para luego “reconstituirla” -echarle agua-.
Chile alcanzó a tener una incipiente exportación de lácteos que terminó abruptamente en 2008, es decir, no duró nada. Desde entonces, la producción nacional se estancó, comenzó la reconversión de campos a rubros más rentables como el frutícola y el país se hizo deficitario de leche, lo que trajo como consecuencia más importación de quesos y leche en polvo barata, generando un círculo vicioso de altibajos de precio para los productores y así, a la leche chilena que se secaba para salir al exterior, pero se quedaba “atorada” adentro, se le sumó la leche seca que llegaba desde el exterior junto con quesos listos para ser comercializados. Sólo Colun perseveró con la confianza en los productores y la leche envasada en origen y así, la “Magia del Sur” se convirtió en un atributo exclusivo de la que hoy es la marca número uno en valoración por parte de los chilenos.
EL TEMA SUBYACENTE
El tema subyacente de principios de siglo se hizo más evidente hace cuatro años con la disputa abierta entre Colun (cooperativa de productores chilena) y Sorpole/Prolesur (controlada por la cooperativa de productores neozelandeses Fonterra).
En 2014, a la par del crecimiento de Colun en detrimento de Soprole, la filial de la cooperativa neozelandesa inició un lobby que remeció al sector lechero, a partir de sus tratativas para que la Cooperativa Agrícola y Lechera de La Unión (Colun) perdiera en Chile todos los beneficios tributarios por su condición de tal, lo que se consideró un hecho grave, dado que quien atacaba era una empresa cuya matriz es también una cooperativa de agricultores.
Colun se guardó el "combo" de vuelta hasta el lunes 21 de marzo de 2018, aprovechando la disputa de Soprole-Prolesur con sus productores, por la rebaja de 16 pesos en el precio por litro que paga a productor, lo que generó una fuga de agricultores hacia otras plantas, abriendo un flanco que trasladó la disputa a los consumidores, al poner el dedo en la yaga en el hecho de que Soprole/Prolesur no está usando leche chilena en la elaboración de un tercio de sus productos traducidos a litros y que casi la totalidad de estos -sin contar además los quesos que se traen del exterior- se manufacturan con leche chilena reconstituida -leche en polvo a la cual se le pone agua-, por la incapacidad de sus plantas del sur para procesar leche fluida y porque lo que viene del exterior, fuera de los quesos, también llega en polvo.
¿AFECTA A LOS PRODUCTORES?
Un estudio realizado por el Laboratorio de Docencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso, comprobó que la leche Colun no posee, a diferencia de las demás marcas, almidón en su composición y no es reconstituida, lo que les llevó a concluir que era objetivamente de mayor calidad que su competencia.
Es por lo anterior que esta nueva arista del conflicto centrada en el consumidor marca un hito dentro de una disputa que hasta ahora había estado únicamente circunscrita a la necesidad de establecer medidas proteccionistas para la agricultura nacional por medio de salvaguardias, las que si bien han sido un verdadero “salvavidas” en el corto plazo, nunca en 20 años han logrado resolver el problema de fondo.
DIFERENCIACIÓN AHORA
Tras la explícita declaración de Colun en torno a que perseverará en su estrategia comercial, los productores locales están preparando una arremetida concreta: así como en el caso de la carne el consumidor sabe perfectamente cuál carne viene de Argentina, Brasil, Paraguay, etc... buscarán exigir que en los lácteos ocurra lo mismo, además de visibilizar de mejor forma cuáles productos utilizan leche en polvo reconstituida (mezclada con agua), cuáles quesos son extranjeros y cuáles productos fueron hechos con leche fluida o natural chilena para elaborar los productos, nicho que se circunscribe casi exclusivamente a la “gran esperanza blanca”: Colun, una cooperativa que tiene sus plantas íntegramente instaladas en el sur, lo que permite que el cien por ciento de los productos que elabora se hagan con leche fluida (no reconstituida) y 100% nacional, reconocida internacionalmente como la más sana del mundo y con el más alto estándar en materia de bienestar animal, dado que se realiza a través de pastoreo -las vacas pasan 22 de las 24 horas libres en las praderas-.
Soprole-Prolesur, en cambio, ambas filiales de la cooperativa neozelandesa Fonterra, tienen plantas que sólo son capaces de hacer queso y mantequilla en Osorno y Los Lagos. Algo similar ocurre en Nestlé y Watt´s, que para el resto de los productos, que son el grueso, convierten la leche de los campos locales en polvo y la llevan en camiones a Santiago donde se reconstituye.
Pero ese no es el único problema. El precio de referencia de la leche a nivel internacional es la leche en polvo que se tranza en el mercado, junto también con los quesos. Soprole/Prolesur insiste que en una economía abierta es lo que corresponde: comprar al precio más conveniente, sin importar de dónde venga. Pero el precio de esta decisión puede comenzar a pagarlo en la góndola en el mediano plazo.
En la tarde del martes 20 de marzo de 2018, y luego de la renuncia del CEO de Fonterra, matriz de Prolesur/Soprole, Theo Springs, el presidente de la cooperativa neozelandesa anunció un incremento en su Farm Gate Price, es decir, el precio pagado a productor lechero en cerca de 15 pesos más de lo que paga en Chile a los productores locales. Este hecho, sólo incrementará las tensiones en el mercado local, donde el gerente general de la planta Prolesur, Juan Carlos Petersen, asegura estar a un paso de integrar a los productores a la propiedad de la empresa.
Si continúa a la baja la producción nacional de leche... ¿se cumplirá finalmente el augurio de inicios de siglo que indicaban que Chile sería utilizado por Fonterra para triangular la leche que recolectan de sus cooperados neozelandeses? ¿Podrán las firmas mostrar, de una vez por todas, capacidad para conquistar mercados internacionales para la producción nacional? Es algo que está por verse en esta ya larga novela lechera.
Fuente video:
Las cifras son elocuentes: durante 2017, de acuerdo a la información oficial de Odepa y el Banco Central, Soprole/Prolesur, propiedad de la neozelandesa Fonterra, utilizó 177 millones de litros de leche extranjera -cifra calculada a partir de los ingresos de quesos y leche en polvo de otros países convertidos a litros- dentro de los productos que ofrece a los consumidores, lo que equivale al 27,5% del total de su oferta a consumidores traducidos a litros. Nestlé, en tanto, usó 116 millones que representan el 23,7% de la leche presente en sus productos; el resto de las marcas menores, otros 468 millones de litros que representan un 52% de leche extranjera dentro de sus productos.
Las honrosas excepciones fueron Watt´s, con 9 millones equivalentes al 3,1% y Colun, con sólo un millón que equivale al 0,17% de toda la “Magia del Sur”, con un agregado más a su favor: la Cooperativa Lechera de La Unión no seca la leche chilena que usa.
¿Cómo fue posible que una nación con una, supuestamente, inmejorable ventaja competitiva en el mercado de lácteo internacional terminara con una producción estancada, sin posibilidades de exportar al exterior y ofreciendo a los consumidores chilenos una relevante cantidad de quesos extranjeros y productos hechos con leche reconstituida, tanto del exterior como nacional? La historia se inicia a comienzos de este siglo.
Era marzo de 2001 cuando el entonces subsecretario de Agricultura, Arturo Barrera, viajó a Nueva Zelanda para, según dijo, “conocer el funcionamiento del modelo neozelandés de producción de leche, orientado fundamentalmente a los mercados internacionales, y los cambios que está experimentando el sector lácteo”, previo a firmar un Acuerdo de Libre Comercio con esa nación.
De inmediato, los gremios chilenos manifestaron su oposición al posible tratado, al considerar que lo que buscaba la nación Oceánica era ahogar la producción nacional, usando para ello a Prolesur/Soprole, con el objetivo de que ejerzan un control de precios que les permitiera, a largo plazo, generar el espacio para triangular su leche, usando para ello toda la plataforma de acuerdos comerciales de Chile. Esta tesis, fue reavivada el pasado 25 de febrero de 2018 por el productor de Aproleche, Cristián Richter, en entrevista con El Austral de Osorno.
La advertencia gremial de inicios de siglo no fue escuchada. Chile firmó el acuerdo con Nueva Zelanda y, al mismo tiempo, comenzó la reconversión de su sistema de producción hacia el estacional de ese país Oceánico que sólo concentra la extracción de leche en primavera-verano, cuando abunda el pasto, y por ello es unánimemente considerado como el más adecuado para abordar el desafío exportador con costos de estándar mundial.
La sobre abundancia de litros de leche que se genera en ese periodo del año es imposible de absorber por el mercado local, lo que se soluciona secando la leche que se recolecta y por ello el cambio de sistema debe ir acompañado de la consolidación de mercados de exportación que permitan colocar la mayor parte del superávit, ojalá, con el mismo éxito de las frutas y los vinos, etc… Empresas como Soprole y Nestlé iniciaron entonces la construcción de grandes torres de secado en Osorno, con inversiones por más de 70 millones de dólares, todo ello, supuestamente, pensando en el exterior.
Hubo, sin embargo, un imperceptible cambio para el mercado interno, de la mano del abordaje del desafío exportador: al tiempo que se levantaban las modernas torres de secado en las plantas de la gran capital lechera del sur, las empresas dejaron también de elaborar productos con valor agregado en la zona –yogurt, manjar, etc…-: con el objetivo de abaratar costos: así, la leche que supuestamente sólo se secaba para ir al exterior, se convirtió también en la materia prima principal con la cual sus productos empezaron a ser elaborados en Santiago, a excepción de Colun, que continuó haciendo sus productos en origen, es decir, en el lugar donde recolecta su leche y por ello, no tiene necesidad de secarla para luego “reconstituirla” -echarle agua-.
Chile alcanzó a tener una incipiente exportación de lácteos que terminó abruptamente en 2008, es decir, no duró nada. Desde entonces, la producción nacional se estancó, comenzó la reconversión de campos a rubros más rentables como el frutícola y el país se hizo deficitario de leche, lo que trajo como consecuencia más importación de quesos y leche en polvo barata, generando un círculo vicioso de altibajos de precio para los productores y así, a la leche chilena que se secaba para salir al exterior, pero se quedaba “atorada” adentro, se le sumó la leche seca que llegaba desde el exterior junto con quesos listos para ser comercializados. Sólo Colun perseveró con la confianza en los productores y la leche envasada en origen y así, la “Magia del Sur” se convirtió en un atributo exclusivo de la que hoy es la marca número uno en valoración por parte de los chilenos.
EL TEMA SUBYACENTE
El tema subyacente de principios de siglo se hizo más evidente hace cuatro años con la disputa abierta entre Colun (cooperativa de productores chilena) y Sorpole/Prolesur (controlada por la cooperativa de productores neozelandeses Fonterra).
En 2014, a la par del crecimiento de Colun en detrimento de Soprole, la filial de la cooperativa neozelandesa inició un lobby que remeció al sector lechero, a partir de sus tratativas para que la Cooperativa Agrícola y Lechera de La Unión (Colun) perdiera en Chile todos los beneficios tributarios por su condición de tal, lo que se consideró un hecho grave, dado que quien atacaba era una empresa cuya matriz es también una cooperativa de agricultores.
Colun se guardó el "combo" de vuelta hasta el lunes 21 de marzo de 2018, aprovechando la disputa de Soprole-Prolesur con sus productores, por la rebaja de 16 pesos en el precio por litro que paga a productor, lo que generó una fuga de agricultores hacia otras plantas, abriendo un flanco que trasladó la disputa a los consumidores, al poner el dedo en la yaga en el hecho de que Soprole/Prolesur no está usando leche chilena en la elaboración de un tercio de sus productos traducidos a litros y que casi la totalidad de estos -sin contar además los quesos que se traen del exterior- se manufacturan con leche chilena reconstituida -leche en polvo a la cual se le pone agua-, por la incapacidad de sus plantas del sur para procesar leche fluida y porque lo que viene del exterior, fuera de los quesos, también llega en polvo.
¿AFECTA A LOS PRODUCTORES?
Un estudio realizado por el Laboratorio de Docencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso, comprobó que la leche Colun no posee, a diferencia de las demás marcas, almidón en su composición y no es reconstituida, lo que les llevó a concluir que era objetivamente de mayor calidad que su competencia.
Es por lo anterior que esta nueva arista del conflicto centrada en el consumidor marca un hito dentro de una disputa que hasta ahora había estado únicamente circunscrita a la necesidad de establecer medidas proteccionistas para la agricultura nacional por medio de salvaguardias, las que si bien han sido un verdadero “salvavidas” en el corto plazo, nunca en 20 años han logrado resolver el problema de fondo.
DIFERENCIACIÓN AHORA
Tras la explícita declaración de Colun en torno a que perseverará en su estrategia comercial, los productores locales están preparando una arremetida concreta: así como en el caso de la carne el consumidor sabe perfectamente cuál carne viene de Argentina, Brasil, Paraguay, etc... buscarán exigir que en los lácteos ocurra lo mismo, además de visibilizar de mejor forma cuáles productos utilizan leche en polvo reconstituida (mezclada con agua), cuáles quesos son extranjeros y cuáles productos fueron hechos con leche fluida o natural chilena para elaborar los productos, nicho que se circunscribe casi exclusivamente a la “gran esperanza blanca”: Colun, una cooperativa que tiene sus plantas íntegramente instaladas en el sur, lo que permite que el cien por ciento de los productos que elabora se hagan con leche fluida (no reconstituida) y 100% nacional, reconocida internacionalmente como la más sana del mundo y con el más alto estándar en materia de bienestar animal, dado que se realiza a través de pastoreo -las vacas pasan 22 de las 24 horas libres en las praderas-.
Soprole-Prolesur, en cambio, ambas filiales de la cooperativa neozelandesa Fonterra, tienen plantas que sólo son capaces de hacer queso y mantequilla en Osorno y Los Lagos. Algo similar ocurre en Nestlé y Watt´s, que para el resto de los productos, que son el grueso, convierten la leche de los campos locales en polvo y la llevan en camiones a Santiago donde se reconstituye.
Pero ese no es el único problema. El precio de referencia de la leche a nivel internacional es la leche en polvo que se tranza en el mercado, junto también con los quesos. Soprole/Prolesur insiste que en una economía abierta es lo que corresponde: comprar al precio más conveniente, sin importar de dónde venga. Pero el precio de esta decisión puede comenzar a pagarlo en la góndola en el mediano plazo.
En la tarde del martes 20 de marzo de 2018, y luego de la renuncia del CEO de Fonterra, matriz de Prolesur/Soprole, Theo Springs, el presidente de la cooperativa neozelandesa anunció un incremento en su Farm Gate Price, es decir, el precio pagado a productor lechero en cerca de 15 pesos más de lo que paga en Chile a los productores locales. Este hecho, sólo incrementará las tensiones en el mercado local, donde el gerente general de la planta Prolesur, Juan Carlos Petersen, asegura estar a un paso de integrar a los productores a la propiedad de la empresa.
Si continúa a la baja la producción nacional de leche... ¿se cumplirá finalmente el augurio de inicios de siglo que indicaban que Chile sería utilizado por Fonterra para triangular la leche que recolectan de sus cooperados neozelandeses? ¿Podrán las firmas mostrar, de una vez por todas, capacidad para conquistar mercados internacionales para la producción nacional? Es algo que está por verse en esta ya larga novela lechera.
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