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- 1 Octubre 2007
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Yo creo que a nadie le es indiferente el nombre "Motemei", especialmente para los que vivimos o estamos relacionados con el Puerto de Valparaíso.
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El drama del Motemei: está muy enfermo y sin trabajo
Cansado, triste y aproblemado se encuentra Carlos Martínez, el hombre detrás del Motemei, uno de los personajes porteños más emblemáticos que forman parte de la identidad y la memoria de Valparaíso.
Las calles de los cerros extrañan su particular canto, el que comúnmente se oía las tardes de invierno, cuando el Motemei ofrecía mote calientito, castañas, tortillas de rescoldo y pan amasado. Siempre acompañado de su canasta, su gorro, el poncho que heredó de sus antepasados, las medias de lana, las ojotas y el infaltable farolito azul.
El drama que lo aqueja vino de la mano de una repentina enfermedad que hoy lo tiene sumido en una profunda depresión. Con lágrimas en los ojos, relata la pena que ha venido guardando hace más de un año.
"De un momento a otro comencé a sentirme muy mal, más que nada cansado. Me ahogaba cuando caminaba y empecé a perder el apetito. Mi vieja se empezó a preocupar bastante, por eso me llevó al consultorio. Ahí primero me dijeron que tenía una bronquitis, después principio de asma. Y como se me agarrotaban las manos también me diagnosticaron epilepsia. Entonces estuve como un año tomando distintos remedios. Pero el problema seguía y luego me dijeron que tenía neumonía, hasta que me atendió un doctor que sabía que yo era el Motemei", cuenta.
LAMENTABLE NOTICIA
En ese tiempo, Carlos Martínez aún cocinaba sus productos en el horno de barro que tiene en el patio trasero de su casa, ubicada en lo alto del cerro Mariposa, pero como tenía que prender fuego y preparar las cenizas para cocer su mote, eso comenzó a perjudicar más su salud.
"El humo me hacía cada vez peor, entonces el doctor me preguntó si yo tenía plata porque necesitaba hacerme una radiografía urgente, ya que estaba sospechando de algo más grave de lo que se pensaba. Al final una radiografía de tórax confirmó que tenía fibrosis pulmonar quística".
El Motemei hace una pausa en su relato, visiblemente agotado, y le pide a su mujer Alejandrina Ríos que le traiga su inhalador (puff) para nebulizarse, ya que él deberá tomar este medicamento de por vida. A pesar del mal momento por el que están pasando, la pareja se ve muy unida, y ella especialmente preocupada lo abraza y acaricia de forma amorosa para contenerlo.
Y continúa: "Mi enfermedad está bien avanzada, de hecho está en segundo grado, y ya no tiene vuelta atrás. De todas formas fui en busca de otra opinión en Santiago, allá me hicieron un escáner y se confirmó la fibrosis quística pulmonar casi en tercer grado. La verdad es que desde ese día he llorado mucho".
Para la enfermedad del Motemei todavía no se conoce un tratamiento eficaz. Actualmente, un número menor de pacientes ha logrado detención o disminución de la velocidad de progresión de este mal. Y si bien hay mucha investigación en fibrosis en el mundo y nuevas drogas en experimentación, aún no tiene cura.
EL ÚLTIMO MOTEMEI
El deterioro progresivo de su salud le impide volver a ejercer el oficio que realizó desde niño, el mismo que heredó de su abuelo y que terminará el día de su muerte. "Cuando yo me muera se acaba el Motemei", asegura Carlos, quien se quiebra nuevamente de emoción.
El último Motemei de Valparaíso ha tocado puertas, pero nadie le ha tendido una mano. "He tratado de hablar con el alcalde Castro porque quería ver la posibilidad de adelantar mi pensión solidaria en un año, ya que tengo 64 años, me queda uno todavía, pero me dicen que eso es imposible. Al final me voy a morir igual que el 'Negro' Farías, porque él murió y al otro día le llegó la pensión. Actualmente estoy viviendo con algunos pitutos que me salen en Santiago porque acá no salen trabajos, lo malo es que a veces la salud no acompaña para viajar a la capital", dice.
Carlos Martínez tiene estrictamente prohibido por los médicos volver a trabajar con fuego, no puede cocer mote y menos preparar pan. "Me enfermé porque antes también trabajaba haciendo carbón acá en la quebrada del cerro y respiraba las partículas del carboncillo. Por eso le dicen la enfermedad de los mineros", destaca.
Con el transcurso del tiempo, la enfermedad se va agudizando, aumentan los dolores al respirar y el cansancio. Algunos enfermos incluso llegan a depender de un tubo de oxígeno para poder respirar. El Motemei asegura que siempre ha sido un hombre fuerte, recuerda algunos parajes complicados en su vida y aunque lloró muy pocas veces, ahora se quiebra con facilidad.
"He sido valiente toda mi vida, pero esto me tiene colapsado, estoy muy nervioso y preocupado; a los problemas de salud se suman las deudas que no he podido costear. También estoy con una alergia nerviosa que me tiene todo enronchado", dice mostrando sus heridas.
FIN DE UNA TRADICIÓN
Con su oficio y personaje del Motemei, Carlos Martínez ha recibido varios reconocimientos de parte de diversos organismos. Como si fueran un tesoro guarda los certificados que lo nombran personaje típico popular de Valparaíso y patrimonio cultural intangible reconocido por la Unesco, pero "nada de eso sirve cuando se está enfermo y viejo".
La última vez que se vistió de Motemei fue para el funeral de su querida amiga Margot Loyola, donde realizó un emotivo homenaje para el adiós de la folclorista nacional. Y afirma que hace años no es considerado en los eventos públicos y culturales de la ciudad puerto, pero Carlos dice entenderlos ya que nadie tiene la culpa de lo que le está tocando vivir.
"Yo no pido que me regalen algo, tal vez que me echen una manito con los trámites de la pensión. Siempre he sido de esfuerzo, por algo nací en la calle, y me echaron dentro del canasto de mote de mi abuelo, el mismo que me enseñó el oficio que por años mantuve vivo. Me contaba mi madre que mi abuelo me tomó y gritó: ¡Ha nacido un motero más mierda!", recuerda el último Motemei del puerto. J