Estuve leyendo esta interesante historia que me gustaría compartir acá, todos los créditos para el Sitio
"Los obstáculos están para vencerlos"
Inscripción en la bajada a Puerto Yungay, final de la Ruta 7.
El lugar natural para comenzar el relato de este viaje es el comienzo, el inicio. Podría hablar de los preparativos, los motivos, los intereses, lo que esperábamos lograr. Evitémoslo: todo eso irá saliendo, como quien se sienta frente a la cocinilla a gas, la cara iluminada por la llama azul, a comer una sopa de sobre con fideos de letras, y cuenta algo que le pasó hace un tiempo atrás. Esto no fue hace un tiempo; llegué ayer. Denme tiempo para madurar los recuerdos y, como digo, todo irá saliendo.
Lo que sí puedo esbozar, para los que disfrutan de lo concreto, es lo siguiente.
De la idea a la partida no habrán pasado más de dos semanas y tanto. Camilo, dueño de una Suzuki V-Strom DL650, y el que les escribe, dueño de una fiel XR 250 R, decidimos viajar al sur de Chile, sin fintas poco varoniles como enviar las motos a Temuco en tren o algo así, sino rodar cada kilómetro que hubiera que rodar, y llegar... pues hasta donde llegáramos.
Este es el relato del viaje.
Y qué viaje: aquí tienen una representación visual de los 5400 km.
Como es tradición entre los viajeros en moto, estuvimos hasta tarde la noche anterior trabajando en los preparativos. Camilo quiso instalar un cubre carter, para proteger el vulnerable motor, escape y filtro. Fuimos a comprar la plancha de aluminio y la varilla de acero inoxidable que yo necesitaría para las alforjas, y luego las llevamos a un lugar con máquinas hercúleas dobladoras. Más sobre eso en otro posteo, si recuerdo mencionarlo.
En fin; partimos tarde, como era de esperarse, a eso de las 15:00. No importaba: pararíamos donde nos diera la noche.
Había sido un dolor de cabeza para Camilo colocar todo sobre la moto. Con la práctica el tema mejoró un poco, pero al cabo del viaje, los dos comprendimos el valor de los panniers, cajas de acero o aluminio que se montan simétricamente, desmontables y con cerradura.
En el camino conocimos a dos Koreanos. Venían desde Colombia si mal no recuerdo. Quedamos impresionados por sus motos, por el largo de su viaje. Es raro: miro esta foto, y recuerdo la impresión que me causaron. Ahora, después de haber conocido a muchos más viajeros, la extensión de su viaje no me sorprende tanto, aunque el respeto sigue vigente.
Y adelante, adelante.
El viaducto del Malleco. Inaugurada en 1890. Los tramos diagonales fueron agregados después.
Y cayó la noche, cerca de Talca. Antes de eso, paramos a dormir en un camping, el mismo donde Octanito pinchó su neumático delantero en el viaje a Talca hace dos años. Armamos las carpas, dormimos con calor.
Al día siguiente seguimos rumbo al sur, y tomamos la salida en Victoria hacia Curacautín. Se nos hizo de noche ahí, así que buscamos un hospedaje, una señora simpática a la entrada de la ciudad. Salimos a comer algo en la noche, y tuvimos nuestra primera experiencia con los precios altos y el servicio lento o inexistente.
A la mañana siguiente, cruzamos el Parque Nacional Conguillio, una extraña combinación de lagunas de aguas azules y transparentes, bosques milenarios, araucarias, y áridos parajes volcánicos producidos por el Volcán Llaima.
Niños, al bajar de la moto, usen crema para el sol. Pongan particular atención a la parte superior de sus orejas, y no hagan como este idiota que sufrió durante un par de días cada vez que se colocaba el casco. No Camilo, yo.
El circuito te lleva por caminos boscosos, con desvíos de vez en cuando al lago y lagunas varias.
Pero ciertamente lo más notable, es esta laguna.
Ven eso bajo el agua?
Da hasta vértigo.
Y abruptamente, bienvenidos a la Luna.
Nos topamos con algunos viajeros alemanes, quienes estaban en un tour armado, con camioneta de soporte para el equipaje y todo. Habrán sido unos 15. Los volvimos a encontrar varias veces. Inicialmente, los envidié. Ahora, al final del viaje, no los envidio. Cruzar el mundo para hacer un viaje en moto, y tener que ajustarse a algún tipo de esquema? Que te lleven el equipaje? A su favor, diré que casi todos parecían de 50 años o más. Eso hace que tenga más sentido, particularmente si ya hicieron un viaje con todo a cuestas.
La autofoto obligatoria.
Y después, seguimos, seguimos, con la idea de llegar a Pucón.
Por ahí quién les escribe tomó un camino equivocado, y terminamos haciendo una buena cantidad de km extras, rodeando el lago Colico.
Pero bueno, todo sea por las buenas fotos.
Una cosa que no he mencionado, pero que es importante considerar: Camilo no tenía experiencia en caminos de tierra. Preocupado por caidas, llantazos y la suspensión, su ritmo era bastante lento. Nos apuraba el avance del día, y que se nos hiciera de noche en los caminos de tierra.
Al final llegamos a Pucón. Cabañas, Cabañas, Cabañas, Cabañas. Tuvimos que andar un buen rato antes de dar con un camping. 10 lucas el sitio, pero estábamos cansados. Esa noche Camilo salió al Casino, quedó asqueado por los mocosos de malos modales que asistían en masa, y yo volví al camping. No lo encontré. Hacía frío, era tarde. Habré cubierto el tramo entre Villarica y Pucón unas 5 veces o más, un tramo no despreciable de unas decenas de km. Terminé por preguntarle al cuidador de un camping similar al de nosotros. No tenía idea.
Finalmente lo encontré, y me tiré a dormir, cansado. A la mañana siguiente, Camilo me dijo que, al volver, había dado unas 4 o 5 vueltas, buscando el camping, y que había parado a preguntarle al cuidador de un camping similar al de nosotros. Probablemente fue la noche más interesante del verano para ese hombre.
Inscripción en la bajada a Puerto Yungay, final de la Ruta 7.
El lugar natural para comenzar el relato de este viaje es el comienzo, el inicio. Podría hablar de los preparativos, los motivos, los intereses, lo que esperábamos lograr. Evitémoslo: todo eso irá saliendo, como quien se sienta frente a la cocinilla a gas, la cara iluminada por la llama azul, a comer una sopa de sobre con fideos de letras, y cuenta algo que le pasó hace un tiempo atrás. Esto no fue hace un tiempo; llegué ayer. Denme tiempo para madurar los recuerdos y, como digo, todo irá saliendo.
Lo que sí puedo esbozar, para los que disfrutan de lo concreto, es lo siguiente.
De la idea a la partida no habrán pasado más de dos semanas y tanto. Camilo, dueño de una Suzuki V-Strom DL650, y el que les escribe, dueño de una fiel XR 250 R, decidimos viajar al sur de Chile, sin fintas poco varoniles como enviar las motos a Temuco en tren o algo así, sino rodar cada kilómetro que hubiera que rodar, y llegar... pues hasta donde llegáramos.
Este es el relato del viaje.
Y qué viaje: aquí tienen una representación visual de los 5400 km.
Como es tradición entre los viajeros en moto, estuvimos hasta tarde la noche anterior trabajando en los preparativos. Camilo quiso instalar un cubre carter, para proteger el vulnerable motor, escape y filtro. Fuimos a comprar la plancha de aluminio y la varilla de acero inoxidable que yo necesitaría para las alforjas, y luego las llevamos a un lugar con máquinas hercúleas dobladoras. Más sobre eso en otro posteo, si recuerdo mencionarlo.
En fin; partimos tarde, como era de esperarse, a eso de las 15:00. No importaba: pararíamos donde nos diera la noche.
Había sido un dolor de cabeza para Camilo colocar todo sobre la moto. Con la práctica el tema mejoró un poco, pero al cabo del viaje, los dos comprendimos el valor de los panniers, cajas de acero o aluminio que se montan simétricamente, desmontables y con cerradura.
En el camino conocimos a dos Koreanos. Venían desde Colombia si mal no recuerdo. Quedamos impresionados por sus motos, por el largo de su viaje. Es raro: miro esta foto, y recuerdo la impresión que me causaron. Ahora, después de haber conocido a muchos más viajeros, la extensión de su viaje no me sorprende tanto, aunque el respeto sigue vigente.
Y adelante, adelante.
El viaducto del Malleco. Inaugurada en 1890. Los tramos diagonales fueron agregados después.
Y cayó la noche, cerca de Talca. Antes de eso, paramos a dormir en un camping, el mismo donde Octanito pinchó su neumático delantero en el viaje a Talca hace dos años. Armamos las carpas, dormimos con calor.
Al día siguiente seguimos rumbo al sur, y tomamos la salida en Victoria hacia Curacautín. Se nos hizo de noche ahí, así que buscamos un hospedaje, una señora simpática a la entrada de la ciudad. Salimos a comer algo en la noche, y tuvimos nuestra primera experiencia con los precios altos y el servicio lento o inexistente.
A la mañana siguiente, cruzamos el Parque Nacional Conguillio, una extraña combinación de lagunas de aguas azules y transparentes, bosques milenarios, araucarias, y áridos parajes volcánicos producidos por el Volcán Llaima.
Niños, al bajar de la moto, usen crema para el sol. Pongan particular atención a la parte superior de sus orejas, y no hagan como este idiota que sufrió durante un par de días cada vez que se colocaba el casco. No Camilo, yo.
El circuito te lleva por caminos boscosos, con desvíos de vez en cuando al lago y lagunas varias.
Pero ciertamente lo más notable, es esta laguna.
Ven eso bajo el agua?
Da hasta vértigo.
Y abruptamente, bienvenidos a la Luna.
Nos topamos con algunos viajeros alemanes, quienes estaban en un tour armado, con camioneta de soporte para el equipaje y todo. Habrán sido unos 15. Los volvimos a encontrar varias veces. Inicialmente, los envidié. Ahora, al final del viaje, no los envidio. Cruzar el mundo para hacer un viaje en moto, y tener que ajustarse a algún tipo de esquema? Que te lleven el equipaje? A su favor, diré que casi todos parecían de 50 años o más. Eso hace que tenga más sentido, particularmente si ya hicieron un viaje con todo a cuestas.
La autofoto obligatoria.
Y después, seguimos, seguimos, con la idea de llegar a Pucón.
Por ahí quién les escribe tomó un camino equivocado, y terminamos haciendo una buena cantidad de km extras, rodeando el lago Colico.
Pero bueno, todo sea por las buenas fotos.
Una cosa que no he mencionado, pero que es importante considerar: Camilo no tenía experiencia en caminos de tierra. Preocupado por caidas, llantazos y la suspensión, su ritmo era bastante lento. Nos apuraba el avance del día, y que se nos hiciera de noche en los caminos de tierra.
Al final llegamos a Pucón. Cabañas, Cabañas, Cabañas, Cabañas. Tuvimos que andar un buen rato antes de dar con un camping. 10 lucas el sitio, pero estábamos cansados. Esa noche Camilo salió al Casino, quedó asqueado por los mocosos de malos modales que asistían en masa, y yo volví al camping. No lo encontré. Hacía frío, era tarde. Habré cubierto el tramo entre Villarica y Pucón unas 5 veces o más, un tramo no despreciable de unas decenas de km. Terminé por preguntarle al cuidador de un camping similar al de nosotros. No tenía idea.
Finalmente lo encontré, y me tiré a dormir, cansado. A la mañana siguiente, Camilo me dijo que, al volver, había dado unas 4 o 5 vueltas, buscando el camping, y que había parado a preguntarle al cuidador de un camping similar al de nosotros. Probablemente fue la noche más interesante del verano para ese hombre.