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- 7 Febrero 2014
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Tengo dos historias relacionadas con el mismo lugar.
Viví hasta los 9 años en un pueblo rural, super chico, donde con suerte había teléfono público. En este pueblo habían 2 lugares con máquinas arcade, no eran elegantes ni bonitos sino todo lo contrario. Eran antros oscuros, chicos, ruidosos y apestaban a humo de cigarro.
Yo tenía como 6 o 7 años, por ahí en 1993 o 1994, y siempre que pasaba por afuera de estos locales miraba con envidia a los que podían disfrutar de lo que para mi eran maravillas tecnológicas. En mi vida había visto esos juegos y ver todas esas luces y oir esos sonidos era como presenciar algo de otro mundo.
Mis papás siempre me decían: no entres a esos lugares porque no son para niños, ahí va gente grande y esos juegos son violentos. Creo que lo decían por el mortal kombat , tenía un primo al que si dejaban ir a esos juegos y el pasaba hablando de los personajes del juego y de los fatality, yo lo escuchaba con envidia y sólo podía imaginar lo que él me contaba.
Así pasaban mis días, no me daban permiso para ir a jugar ni menos me daban los 50 pesos que costaba la ficha, así que me conformaba con mirar fugazmente como otros jugaban cada vez que pasaba por afuera de esos antros.
Un día mi papá me llevó a ver un partido de fútbol del barrio, la cancha estaba en el mismo pueblo, como a 10-15 minutos caminando desde mi casa. Tenia 7 u 8 años, me habían dado monedas para comprar una bebida y algo para comer, pero aún no gastaba mi tan preciado dinero. Por algún motivo mi papá tuvo que volver a la casa, me dijo si quería irme o me quedaba y luego volvía caminando. Era otra época, en el pueblo todos se conocían, hoy en dia ni en broma dejaría a un hijo volver solo y menos con 8 años.
Volviendo al relato, no lo pensé 2 veces y le dije me quedo, "esta es mi oportunidad" me dije para mis adentros. Mi papá se fue y yo me quedé un rato en la cancha. Del partido ni idea, pero recuerdo que un jugador se lesionó y llegó la ambulancia, como buen cabro chico sapo me quedé mirando como lo subían en camilla y se lo llevaban. Luego continué con mi plan, en lugar de partir para mi casa me desvié y pisé por primera vez ese antro prohibido por mi familia.
Recuerdo que entré y lo primero que ví fue al guardían de las fichas. Bueno en realidad era un gordo desarreglado, barbón y chascón, que estaba ahí sentado con cara de culo , para vender fichas y vigilar que los que jugaban no hicieran cagar las máquinas.
Le di mis monedas y me entregó mis primeras fichas. Ya había dado el primer paso, entrar al sitio prohibido, ahora venía el dilema de cuál juego elegir. Casi todas las máquinas estaban ocupadas, los más populares eran mortal kombat y no se si street fighter ya estaba en esos años. En fin, me toco conformarme con una de las máquinas desocupadas y cuyo juego era Speedy Gonzalez: Los gatos bandidos. No tenía la mínima idea de cómo se jugaba, pero no me importaba, al fin pude disfrutar lo que tanto tiempo me tocó ver desde afuera. Todas esas luces en la pantalla, los sonidos, el personaje que se movía si movías la palanca, saltaba si apretabas un botón, etc. Creo que el juego tenía un temporizador y sin darme cuenta me gasté todas mis fichitas.
Cuando quedé con los bolsillos vacíos me acordé que tenía que volver a mi casa, miro afuera y ya era de noche. Partí rápido a mi hogar, acelerando el paso porque no tenía cómo explicar el haber llegado tan tarde.
Cuando llegué mi mamá estaba llorando, le había dado pedazo de reto a mi viejo por haberme dejado solo en el estadio y no traerme con él y al ver que ya era de noche y no llegaba iban a salir a buscarme por el pueblo o ir a poner la denuncia en carabineros. Yo obviamente no dije que había pasado a los juegos, aún es mi secreto y espero que no lean capa9, simplemente les dije que me quedé en la cancha viendo jugar hasta los viejos crack y que se me pasó el tiempo.
Ese día dormí contento y soñando con speedy gonzalez.
La segunda parte de mi historia también tiene que ver con el antro mencionado antes. Luego de aquella ocasión no volví a entrar a ese lugar porque no tenía plata ni la oportunidad para entrar a jugar a escondidas.
Ya tenía 9 años y mi mamá me tenía inscrito en esos cursos de catecismo que hacen para la primera comunión en la iglesia. Yo iba de mala gana pero como era chico tenía que hacer caso. Lo único bueno es que la iglesia quedaba cerca de los antros de juegos. Recuerdo que nos tocaban clases los sábados, me iba con unos compañeros de curso, en realidad todos los que estábamos en catecismo eramos los mismos compañeros de curso en la escuela del pueblo, así de chico era todo ahí.
Iba con mi grupo de dos o tres compañeros, era invierno y hacia más frío que la cresta porque en ese tiempo te mandaban igual, no es como ahora que si el niño estornuda o tiene algo de mocos lo dejan en casa. Cuando ibamos llegando a la iglesia se largó a llover, parecía que tiraban el agua con balde. Con mis amigos nos quedamos bajo el techo de la iglesia esperando que empezara la clase cuando de repente paró el agua y empezó a granizar. Caían unas pelotas de hielo gigante, yo en mi vida había visto eso ni tenía idea de por qué caía hielo del cielo. Lo peor de todo fue que salió el cura de la iglesia a decirnos que la clase se suspendía y que nos volviéramos a la casa porque estaba granizando. El weon nos echó a la calle, nos dijo que no podíamos estar ahi. Viejo maricón, al menos hubiera esperado que parara de granizar, pero no, nos dijo váyanse a sus casas y nos cerró la puerta.
Mis amigos se fueron corriendo y yo igual, pero ahí reapareció mi lado gamer y pensé "están cayendo estas cosas del cielo, mejor paso a los juegos y espero que termine la lluvia y el granizo", ¿que conveniente, no? Como tenía unas moneditas en el bolsillo me compré unas fichas y si, nuevamente volvi a jugar en el speedy gonzalez. Otra vez sin tener idea de que cresta estaba haciendo o de cómo se jugaba pero la sola satisfacción de volver a jugar ya era recompensa suficiente para mi.
No sé cuanto rato pasó desde que empecé a jugar pero cuando quedé sin ni uno mire afuera y había parado la lluvia y los granizos. Me devolví a mi casa, esta vez mi mamá no estaba llorando pero si preocupada por la granizada, afortunadamente no fue a buscarme a la iglesia o se hubiera dado cuenta de mis andanzas. Le dió miedo salir en el auto y que los granizos quebraran el parabrisas, yo por mi parte me hice el indignado, le dije que el cura nos había echado y que me tocó esperar bajo el techo de una casa a esperar que la lluvia pasara, obviamente no le dije que me fui a meter a los juegos porque esos antros estaban prohibidos en mi familia
Viví hasta los 9 años en un pueblo rural, super chico, donde con suerte había teléfono público. En este pueblo habían 2 lugares con máquinas arcade, no eran elegantes ni bonitos sino todo lo contrario. Eran antros oscuros, chicos, ruidosos y apestaban a humo de cigarro.
Yo tenía como 6 o 7 años, por ahí en 1993 o 1994, y siempre que pasaba por afuera de estos locales miraba con envidia a los que podían disfrutar de lo que para mi eran maravillas tecnológicas. En mi vida había visto esos juegos y ver todas esas luces y oir esos sonidos era como presenciar algo de otro mundo.
Mis papás siempre me decían: no entres a esos lugares porque no son para niños, ahí va gente grande y esos juegos son violentos. Creo que lo decían por el mortal kombat , tenía un primo al que si dejaban ir a esos juegos y el pasaba hablando de los personajes del juego y de los fatality, yo lo escuchaba con envidia y sólo podía imaginar lo que él me contaba.
Así pasaban mis días, no me daban permiso para ir a jugar ni menos me daban los 50 pesos que costaba la ficha, así que me conformaba con mirar fugazmente como otros jugaban cada vez que pasaba por afuera de esos antros.
Un día mi papá me llevó a ver un partido de fútbol del barrio, la cancha estaba en el mismo pueblo, como a 10-15 minutos caminando desde mi casa. Tenia 7 u 8 años, me habían dado monedas para comprar una bebida y algo para comer, pero aún no gastaba mi tan preciado dinero. Por algún motivo mi papá tuvo que volver a la casa, me dijo si quería irme o me quedaba y luego volvía caminando. Era otra época, en el pueblo todos se conocían, hoy en dia ni en broma dejaría a un hijo volver solo y menos con 8 años.
Volviendo al relato, no lo pensé 2 veces y le dije me quedo, "esta es mi oportunidad" me dije para mis adentros. Mi papá se fue y yo me quedé un rato en la cancha. Del partido ni idea, pero recuerdo que un jugador se lesionó y llegó la ambulancia, como buen cabro chico sapo me quedé mirando como lo subían en camilla y se lo llevaban. Luego continué con mi plan, en lugar de partir para mi casa me desvié y pisé por primera vez ese antro prohibido por mi familia.
Recuerdo que entré y lo primero que ví fue al guardían de las fichas. Bueno en realidad era un gordo desarreglado, barbón y chascón, que estaba ahí sentado con cara de culo , para vender fichas y vigilar que los que jugaban no hicieran cagar las máquinas.
Le di mis monedas y me entregó mis primeras fichas. Ya había dado el primer paso, entrar al sitio prohibido, ahora venía el dilema de cuál juego elegir. Casi todas las máquinas estaban ocupadas, los más populares eran mortal kombat y no se si street fighter ya estaba en esos años. En fin, me toco conformarme con una de las máquinas desocupadas y cuyo juego era Speedy Gonzalez: Los gatos bandidos. No tenía la mínima idea de cómo se jugaba, pero no me importaba, al fin pude disfrutar lo que tanto tiempo me tocó ver desde afuera. Todas esas luces en la pantalla, los sonidos, el personaje que se movía si movías la palanca, saltaba si apretabas un botón, etc. Creo que el juego tenía un temporizador y sin darme cuenta me gasté todas mis fichitas.
Cuando quedé con los bolsillos vacíos me acordé que tenía que volver a mi casa, miro afuera y ya era de noche. Partí rápido a mi hogar, acelerando el paso porque no tenía cómo explicar el haber llegado tan tarde.
Cuando llegué mi mamá estaba llorando, le había dado pedazo de reto a mi viejo por haberme dejado solo en el estadio y no traerme con él y al ver que ya era de noche y no llegaba iban a salir a buscarme por el pueblo o ir a poner la denuncia en carabineros. Yo obviamente no dije que había pasado a los juegos, aún es mi secreto y espero que no lean capa9, simplemente les dije que me quedé en la cancha viendo jugar hasta los viejos crack y que se me pasó el tiempo.
Ese día dormí contento y soñando con speedy gonzalez.
La segunda parte de mi historia también tiene que ver con el antro mencionado antes. Luego de aquella ocasión no volví a entrar a ese lugar porque no tenía plata ni la oportunidad para entrar a jugar a escondidas.
Ya tenía 9 años y mi mamá me tenía inscrito en esos cursos de catecismo que hacen para la primera comunión en la iglesia. Yo iba de mala gana pero como era chico tenía que hacer caso. Lo único bueno es que la iglesia quedaba cerca de los antros de juegos. Recuerdo que nos tocaban clases los sábados, me iba con unos compañeros de curso, en realidad todos los que estábamos en catecismo eramos los mismos compañeros de curso en la escuela del pueblo, así de chico era todo ahí.
Iba con mi grupo de dos o tres compañeros, era invierno y hacia más frío que la cresta porque en ese tiempo te mandaban igual, no es como ahora que si el niño estornuda o tiene algo de mocos lo dejan en casa. Cuando ibamos llegando a la iglesia se largó a llover, parecía que tiraban el agua con balde. Con mis amigos nos quedamos bajo el techo de la iglesia esperando que empezara la clase cuando de repente paró el agua y empezó a granizar. Caían unas pelotas de hielo gigante, yo en mi vida había visto eso ni tenía idea de por qué caía hielo del cielo. Lo peor de todo fue que salió el cura de la iglesia a decirnos que la clase se suspendía y que nos volviéramos a la casa porque estaba granizando. El weon nos echó a la calle, nos dijo que no podíamos estar ahi. Viejo maricón, al menos hubiera esperado que parara de granizar, pero no, nos dijo váyanse a sus casas y nos cerró la puerta.
Mis amigos se fueron corriendo y yo igual, pero ahí reapareció mi lado gamer y pensé "están cayendo estas cosas del cielo, mejor paso a los juegos y espero que termine la lluvia y el granizo", ¿que conveniente, no? Como tenía unas moneditas en el bolsillo me compré unas fichas y si, nuevamente volvi a jugar en el speedy gonzalez. Otra vez sin tener idea de que cresta estaba haciendo o de cómo se jugaba pero la sola satisfacción de volver a jugar ya era recompensa suficiente para mi.
No sé cuanto rato pasó desde que empecé a jugar pero cuando quedé sin ni uno mire afuera y había parado la lluvia y los granizos. Me devolví a mi casa, esta vez mi mamá no estaba llorando pero si preocupada por la granizada, afortunadamente no fue a buscarme a la iglesia o se hubiera dado cuenta de mis andanzas. Le dió miedo salir en el auto y que los granizos quebraran el parabrisas, yo por mi parte me hice el indignado, le dije que el cura nos había echado y que me tocó esperar bajo el techo de una casa a esperar que la lluvia pasara, obviamente no le dije que me fui a meter a los juegos porque esos antros estaban prohibidos en mi familia
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