Recién en 1991 se descubrió el sistema endocannabinoide, a través del cual sustancias muy parecidas al THC regulan nuestro cerebro. En Chile, nadie conoce mejor sus efectos que Andrés Chávez (38), quien después de trece años en Estados Unidos –hizo un postdoctorado en el Albert Einstein College of Medicine– volvió al país en 2015 para sumarse al Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV), donde hoy lidera una investigación sobre este “cannabis endógeno” y los posibles beneficios de la planta. Aquí explica qué se sabe hasta ahora y lamenta las “cabezas de pescao” que aún se dicen en Chile acerca de la marihuana, sobre todo los siquiatras de la tele. El 10 de abril estará en el Festival de Ciencia de Antofagasta organizado por Puerto de Ideas.
¿El sistema endocannabinoide vendría a ser nuestra marihuana propia?
–No literalmente, pero si lo quieres llamar así, tampoco estarías muy lejos. Así como ante el dolor producimos las endorfinas, muy similares a la morfina, las neuronas al activarse generan cannabinoides, mensajeros lipídicos muy similares a los que tiene la planta y cuya función es regular la transmisión sináptica, la comunicación entre neuronas. Ahora que estamos hablando, quizás en nuestro cerebro se están liberando endocannabinoides como locos, eso todavía no lo sabemos.
¿Y que son similares a los compuestos psicoactivos de la planta?
–Sí. Tenemos un compuesto activo muy similar al THC (tetrahidrocannabinol) y que actúa sobre los mismos receptores nerviosos. Tenemos dos, uno se llama anandamida y el otro 2-AG.
¿Qué significa que estas sustancias regulen la comunicación entre las neuronas? ¿Qué efecto producen?
–Estos endocannabinoides regulan siempre disminuyendo la intensidad de la transmisión sináptica, hasta aquí no hay evidencia de que la aumenten. Es decir, si en tu cerebro está lloviendo continuo y de repente viene una ráfaga, los cannabinoides están para parar ese chorro de agua. Y al hacer eso, están involucrados en un sinnúmero de fenómenos: ansiedad, depresión, obesidad, estrés, epilepsia, alzheimer, parkinson, en fin.
¿Son la mesura del sistema nervioso, los que ponen la pelota contra el piso?
–Exactamente. A mí me gusta llamarlos el cable a tierra. Los cannabinoides son nuestro cable a tierra. Eso no quiere decir que el cerebro se apague: disminuye su actividad por unos minutos y luego vuelve a su actividad normal.
¿Sin cannabinoides seríamos unos neuróticos terribles?
–No lo sé… Por ejemplo, en ratones genéticamente modificados, si tú eliminas el receptor del cannabis, ellos se vuelven muy obesos, pero sus conductas sociales son normales. Solamente engordan y engordan con cuática, se parecen a estos ratoncitos de dibujos animados.
¿Por qué les pasa eso?
–Hay un grupo que lo está mirando, pero no está tan claro. Podría pensarse que pierden la regulación del apetito, pero yo he visto a estos ratoncitos y comen normal, hacen sus ejercicios normales, se comunican normales. Ya después de los cinco meses empiezan a engordar.
A propósito, ¿crees que los animales, como han opinado varios neurocientíficos, tienen conciencia?
–Sí, creo que sí. Y es mi karma, porque nosotros tenemos que usar animales para experimentar. Y te miran de una manera… Yo creo que sí la tienen.
¿Uno puede manipular sus niveles de cannabinoides?
–Se sabe que puedes producir más o menos con el consumo de cierta dieta, porque son ácidos grasos o derivados de ellos. ¿Pero de qué te sirve? Si todavía no sabemos realmente qué pasa cuando hay una sobre activación o una baja activación del sistema.
¿Pero sí sabemos que, en sus niveles normales, nos están influyendo todo el tiempo?
–Sí. Nuestras conductas, memorias y aprendizajes están regulados por los endocannabinoides.
Uno podría decir, por ejemplo, que cuando Gustavo Hasbún habla contra la marihuana está bajo los efectos de sustancias cannabinoides…
–Claramente. Aunque por las cosas que dice este hombre, su sistema debe estar muy saturado… Pero como te digo, todo esto es muy reciente. En los años 60, el doctor Mechoulam en Israel sintetizó el primer endocannabinoide, pero solo dijo “esto existe, ocurre en el organismo”. El sistema se conoció recién en 1991. Ahora sabemos que hay receptores para los cannabinoides, y que además hay otros canales que pueden ser activados, como el TRPV1, que es el canal del dolor, y al ser activado te disminuye el dolor.
CAUSAS Y EFECTOS
¿Mis niveles endógenos de cannabinoides influyen en cómo me pega la planta?
–Es un buen punto, porque la respuesta es no. Te va a pegar igual que a todos. Y hasta ahora la evidencia muestra que el consumo externo no aumenta los niveles endógenos, ni tampoco el número de receptores, como sí ocurre con la nicotina. Entonces, ¿por qué hay efectos distintos en distintas personas? Ahí viene el cuento sicológico y hay muchos estudios para entenderlo, pero son preliminares. Además, la gente que consume la planta suele consumir otras cosas, como el cigarrillo. ¿Qué pasa entonces con la activación simultánea de dos sistemas, el cannabinoide y el nicotínico? Está en estudio.
Pero, al menos, los efectos directos de cada tipo de planta van a poder distinguirse cada vez con más precisión, ¿o no?
–Eso sí. Pero ten en cuenta que la planta tiene al menos 66 compuestos y solamente conocemos bien cuatro. Y hay algo que me gusta dejar claro: el consumo masivo de cannabis antes de lo que llamamos “poda sináptica”, que ocurre cuando tu cerebro, entre los 15 y 18 años, comienza a reordenar sus neuronas –“esto se guarda, esto se bota”–, puede aumentar la predisposición a la esquizofrenia. Es decir, el consumo antes de los 15 o 16 años es riesgoso. Ahí pongamos hincapié, si vamos a legalizar. Hablar de “uso medicinal” implica entender que todo medicamento te hace bien para ciertas cosas y mal para otras. Eso hay que saberlo antes, y ahí viene la investigación científica.
En diciembre se aprobó que los laboratorios y las farmacias puedan producir y vender medicamentos elaborados con cannabis. ¿Es un avance relevante para la ciencia?
–Es relevante porque pone el tema en la mesa. Hoy, en Chile, un médico no puede tratar con cannabis a un paciente y después publicar los resultados, porque estaría fuera de la ley. Por ese lado, es muy bueno. Pero por otro lado, ¿cuál es el compuesto que me estás vendiendo?
¿Es THC, es CBD? ¿Cuál es la pureza? Hay que seguir ese proceso con cuidado.
Pero en otros países ya hay medicamentos aprobados, ¿no?
–Claro. Para los trastornos alimenticios, por ejemplo, ya hay bastantes en el mercado.
¿Esta apertura legal también los beneficia a ustedes para la investigación?
–No, para nada. Para trabajar con cannabinoides yo tengo que comprar compuestos farmacéuticos que valen 100 dólares, y el ISP me pide además pagar por el uso de la droga, por su internación y por cuánto yo compre. Así que en vez de salirme 100, me sale 300. Yo pensé que con esta apertura para las farmacias la cosa iba a cambiar, pero no, es lo mismo. La salida que encontramos ahora es que yo tengo una colaboración con la Fundación Daya. Ellos me van a dar extractos de cannabis de las plantaciones legales para trabajar.
Contemos un poco más sobre la investigación que están haciendo en el CINV.
–El objetivo en general es entender cómo el sistema endocannabinoide regula nuestro cerebro. Y cuando decimos cerebro también nos referimos al ojo, que es parte del sistema nervioso central. Es decir, queremos saber cómo los endocannabinoides regulan nuestra manera de ver el mundo exterior. Porque el ojo tiene receptores de cannabis en sus células fotorreceptoras. Y se sabe bien que los cannabinoides, a nivel de corteza visual, “desenrollan” este manojo de imágenes que viene del ojo, pero a nivel del ojo mismo no sabemos si ya están “desenrollando”.
Lo único que sabemos es que están ahí.
¿Es verdad que ahora con la luz se puede manipular el cerebro?
–Claro. Esto se descubrió hace muy poco. Ahora hay algo que se llama optogénetica y con ella, a través de la luz, puedo manipular las neuronas. Entonces, ¿qué pasa si yo con la luz puedo manipular el sistema endocannabinoide y, ante un dolor masivo, con luz te curo el dolor? También, por ejemplo, tenemos dos proyectos andando sobre estrés y depresión. Porque los endocannabinoides están hablando todo el tiempo con el sistema de la serotonina, que se supone que maneja todo lo relacionado con la depresión.
¿La hipótesis es que los cannabinoides le hacen parte de la pega a la serotonina?
–Exacto. De hecho tenemos harto dato, que quizás van a salir publicados pronto, de que así ocurre. La serotonina está liberando endocannabinoides. Y ahí puedes venir con otra idea: si al tener poca serotonina me deprimo, ¿será también porque tengo pocos cannabinoides y los necesito para ser feliz? No lo sé, pero la hipótesis está, se puede testear. También sabemos que el sistema endocannabinoide está hablando con el sistema de las dopaminas, y con un montón de otros sistemas. Es un regulador, por decirlo así, del 100% del cerebro. Hasta en los espermatozoides hay sistema cannabinoide, en el masculino sobre todo. Y tu intestino está lleno de cannabinoides, no es sólo una cosa cerebral.
IGNORANCIA CANNÁBICA
Volviste hace un año a Chile luego de vivir trece en EE.UU. ¿Cómo compararías el estado de la discusión sobre la marihuana en ambos países, tanto en el ámbito social como en el científico?
–Estamos a años luz. En Chile he conocido a dos o tres investigadores que también trabajan con el sistema, pero que no es su fuente principal. En Estados Unidos tienen 350 laboratorios trabajando en endocannabinoide. Obviamente nos vamos a nutrir del conocimiento que ellos saquen, pero creo que también estamos a años luz en términos sociales para poder hacer una discusión acabada al respecto. Llevamos años tratando de hacer entender cosas básicas. Y en general, los “especialistas” que opinan son gente que en su perra vida ha investigado, sólo saben lo que han leído.
¿Entre la comunidad científica todavía hay muchos mitos vigentes?
–Absolutamente.
¿Qué te sorprende seguir escuchando?
–Varias cosas. El otro día le escuché decir a un siquiatra en la tele que la cannabis te deja tonto. La típica de la abuelita: “si fumai, quedai tonto”. Más de algún tonto habrá fumado yerba, pero también muchos profesionales notables, premios nacionales, premios nóbeles…
¿Te picas al escuchar eso o te da risa?
–Me da risa, pero creo que por la impotencia de no poder decirle “déjate de hablar cabezas de pescao”. Pero como decía por ahí el Che Guevara, el mayor problema de los pueblos es la ignorancia. Aunque a veces también uno se lleva sorpresas gratas. El otro día, en una charla, una abuelita me dijo “oiga, yo me tomo unas agüitas de cannabis en la tarde y me siento fenomenal”. Esta forma de expresarse abiertamente es una buena señal. La gente ya no se espanta porque están hablando de marihuana en la tele. Antes era “la droga, la droga y la droga”.
“La marihuana produce la alteración de la mente, los transforma en adictos y los impulsa a dejar la educación, altera la memoria, afecta el desarrollo y el despliegue de sus capacidades”. Lo dijo Mariano Montenegro, el director del Senda nombrado en mayo pasado. ¿Tiene algún sustento?
-Cero, cero… Y me causa gracia, porque de dónde lo saca, más encima es el director. Hay un efecto en la memoria, sí, pero en la memoria a corto plazo, no a largo plazo, por lo tanto no te vuelves tonto. Si quieren informar, ¿por qué mejor no hacen una encuesta para saber cuántos abogados, sicólogos o sociólogos han consumido cannabis toda su vida y son buenos profesionales? Piensa que en monografías chinas consta que la cannabis –no necesariamente la sativa, porque hay muchas más– se usaba medicinalmente en el año 1200 a. de C. Los chinos la conocían, Marco Polo la conocía, la historia medicinal de la planta es súper larga… Hasta que el gobierno norteamericano la convirtió en una droga ilegal.
¿Te ha tocado discutir con médicos a los que sea imposible sacar del prejuicio?
–Sí. Yo parto mis charlas diciendo que no estoy a favor ni en contra, lo que quiero es saber cómo funciona. Pero me ha tocado con muchos médicos, sobre todo neurólogos, que a la mitad de la conversación te reconocen “oye, yo vi el sistema endocannabinoide durante media hora en una clase y sería todo, entonces no puedo tratar al paciente con cannabis si no sé lo que hace”. Bueno, pero si no saben, ¿por qué no preguntan? ¿Por qué no hacen ustedes, como médicos, un seminario? Si ellos ni siquiera quieren saber, es complicado. A veces me ha tocado simplemente agachar la cabeza y no seguir la discusión, porque no se puede. O lisa y llanamente me he retirado de la sala.
¿Te pasaba también en Estados Unidos?
–Nunca. Los médicos allá tienen seis meses de rotación en un laboratorio, entienden la ciencia. Saben que hay muchas cosas que no van a aprender en detalle, pero que están ahí y algún día se las pueden encontrar.
¿Ustedes tienen alguna relación con el ministerio de Salud o con la comunidad médica?
–Cero.
¿Ellos no han mostrado ningún interés por lo que ustedes están investigando?
–Cero.
Algo está fallando ahí, ¿no?
–Por supuesto, ahí hay un problema. Si el ministerio de Salud está haciendo leyes sobre el uso terapéutico, necesita científicos. ¿Cómo la cannabis puede ser medicina si no sabemos lo que hace?
En general, el uso medicinal legitimado es el alivio del dolor, pero hay un montón de posibilidades más en discusión.
–Hay muchas más: enfermedades cerebelares, la epilepsia refractaria, algunos tipos de parkinson, el estrés. Se sabe, por ejemplo, que ante un glaucoma es muy probable que el tratamiento con marihuana te ayude, porque el sistema endocannabinoide disminuye la presión arterial y, por lo tanto, la presión ocular. Sabemos que es neuroprotector, que disminuye la inflamación y el dolor neurológicos, que ayuda al desarrollo al sistema nervioso central. También se está viendo que el THC, en conjunto con la terapia química, puede destruir mucho más rápido las células cancerígenas. Sin embargo, no sabemos qué pasa en tu cerebro cuando, para tratar un cáncer de estómago, te aplican este tratamiento junto con cannabis. ¿Te estoy haciendo olvidar ciertas cosas? ¿Estoy haciendo que otro sistema funcione distinto? Creo que van a pasar 20 o 30 años antes de saber bien para qué sirve la cannabis. Y si el consumo masivo antes de cierta edad exacerba la esquizofrenia, la bipolaridad u otras enfermedades neurosiquiátricas. Es una discusión muy amplia, el problema es que acá está muy sesgada.
CIENCIA EN CHILE
¿Cómo ves las reformas en trámite a la ley 20.000? Hubo quejas por la indicación que presentó el gobierno para bajar el porte de 10 a 2 gramos y el autocultivo de de 6 plantas a 1.
–Para ser honesto, me da lo mismo.
¿Por qué?
–Porque no sé cuánta gente necesita seis plantas. Y si bajaron el porte a dos gramos, igual puedes salir con dos pitos. O sea, no lo encuentro terrible. Me importa más que en Chile no haya una política ni una institucionalidad científica. Así vamos a seguir con la ignorancia forever.
Todo lo que ha pasado con el Conicyt, ¿es un problema que los científicos ya tienen asumido o lo has visto con impotencia?
–Al menos yo lo he visto con un poco de impotencia, porque llegué pensando que las cosas habían mejorado y no han mejorado mucho. Incluso están peor que antes en términos de, por ejemplo, las Becas Chile. Hay cinco mil personas con beca afuera que tienen que volver al país, pero como acá no hay cinco mil puestos de trabajo, estamos mandando gente a entrenarse afuera para que después el conocimiento salga de allá y se quede allá. ¿Qué pasa si a esos cinco mil les dan la posibilidad de generar el conocimiento aquí? Es mucho mejor, ¿no? Y te sale más barato.
Tu actual proyecto, ¿cómo está financiado?
–Por varios lados. Tengo un Fondecyt, soy director de un Núcleo Milenio que se llama NU-MIND y además tengo afuera un proyecto francés y otro norteamericano.
¿Y cuánto tiempo tienen para hacer los descubrimientos que puedan hacer?
–Cuatro años, lo que duran los proyectos. Pero una pregunta tan simple como la que me hiciste tú, qué pasa en el sistema si aumento el consumo o si lo disminuyo, quizás no lo vamos a saber en 5, 10, 20… quizás yo me voy a morir sin saberlo. En investigación no hay nada que salga en un año. Normalmente al tercer o cuarto año ya estás sacando datos creíbles que se puedan publicar, conocimiento nuevo.
También haces actividades con los colegios.
–Sí. En realidad eso es lo que más me interesa, educar. Hace poco hicimos las Escuelas de Neurociencia para muchachos de tercero y cuarto medio. En julio vamos a hacer escuelas para profesores de ciencia, donde vamos a incentivarlos a que la ciencia no sea aburrida, como yo la aprendí en el colegio: una pizarra y una célula, la típica. También vamos a hacer un ciclo de charlas de neuroecología en el Museo de Historia Natural de Valparaíso, con investigadores de la siquiatría, la sociología y la ecología.
¿Cómo fue esa experiencia con los estudiantes de tercero y cuarto medio?
–Uff, buenísima. Yo creo que si a los 15 o 16 años me hubieran mostrado lo que en realidad era ser científico, hubiera elegido esta carrera mucho antes. No hicimos casi nada teórico ni de pizarra, ellos aprendieron haciendo los experimentos, generando ideas, hipótesis, y al final del curso presentaron sus resultados en una exposición en el Museo de Historia Natural. Vamos a repetirlo el próximo año y ojalá sea el puntapié inicial para una plataforma de investigación científica. Yo no espero que los muchachos que fueron al laboratorio estudien ciencia, de hecho una de ellas entró ahora a Ingeniería Electrónica, pero tiene la experiencia de cómo se hace ciencia en Chile y qué se necesita. Entonces, capaz que al terminar su carrera diga “mira, aquí necesitamos un amplificador con 10 mil voltios más, voy a hacer ciencia aplicada”. Así se crea la tecnología de punta. Además, muchos de ellos querían ser médicos, y ahí estamos tratando de hacer algo porque los estudiantes de Medicina, si tú vas a las escuelas de primer año, no tienen idea de lo que es hacer ciencia, están encerrados en libros. Y ellos son los primeros que deberían tener una pasantía científica.
¿Qué descubrimiento de la neurociencia te ha deslumbrado últimamente?
–Seguramente alguna vez escuchaste que las neuronas se mueren y no se pueden regenerar.
Sí.
–Pero un descubrimiento de un par de años atrás, mostró que hay una parte del cerebro donde pueden nacer nuevas neuronas en individuos adultos. Se sabía antes en ratoncitos, ahora lo sabemos del humano. Entonces, ¿por qué esa parte del cerebro y no todo? Qué pasa ahí, no sabemos.
Has dicho que tenemos un problema porque el cerebro evoluciona mucho más lento que la sociedad. O sea, vivimos en un mundo para el cual nuestro cerebro no está hecho.
–Me han molestado mucho por esa frase, pero creo que está bien dicha. Por decirlo de alguna manera, estamos como la ruta 68 en términos de cerebro y necesitamos una carretera alemana de cinco pistas. Estamos muy, muy atrasados. Y si siguen todos pegados al teléfono en vez de leerse cada tanto una novela o el diario, de aquí a diez años vamos a observar un gran desarrollo, pero de los tendones de los dedos, no sé si del cerebro.
Andrés Chávez en Puerto de Ideas
Domingo 10 de abril, 10:30 hrs. Ferrocarril de Antofagasta (FCAB). Entradas en puertodeideas.cl
–No literalmente, pero si lo quieres llamar así, tampoco estarías muy lejos. Así como ante el dolor producimos las endorfinas, muy similares a la morfina, las neuronas al activarse generan cannabinoides, mensajeros lipídicos muy similares a los que tiene la planta y cuya función es regular la transmisión sináptica, la comunicación entre neuronas. Ahora que estamos hablando, quizás en nuestro cerebro se están liberando endocannabinoides como locos, eso todavía no lo sabemos.
¿Y que son similares a los compuestos psicoactivos de la planta?
–Sí. Tenemos un compuesto activo muy similar al THC (tetrahidrocannabinol) y que actúa sobre los mismos receptores nerviosos. Tenemos dos, uno se llama anandamida y el otro 2-AG.
¿Qué significa que estas sustancias regulen la comunicación entre las neuronas? ¿Qué efecto producen?
–Estos endocannabinoides regulan siempre disminuyendo la intensidad de la transmisión sináptica, hasta aquí no hay evidencia de que la aumenten. Es decir, si en tu cerebro está lloviendo continuo y de repente viene una ráfaga, los cannabinoides están para parar ese chorro de agua. Y al hacer eso, están involucrados en un sinnúmero de fenómenos: ansiedad, depresión, obesidad, estrés, epilepsia, alzheimer, parkinson, en fin.
¿Son la mesura del sistema nervioso, los que ponen la pelota contra el piso?
–Exactamente. A mí me gusta llamarlos el cable a tierra. Los cannabinoides son nuestro cable a tierra. Eso no quiere decir que el cerebro se apague: disminuye su actividad por unos minutos y luego vuelve a su actividad normal.
¿Sin cannabinoides seríamos unos neuróticos terribles?
–No lo sé… Por ejemplo, en ratones genéticamente modificados, si tú eliminas el receptor del cannabis, ellos se vuelven muy obesos, pero sus conductas sociales son normales. Solamente engordan y engordan con cuática, se parecen a estos ratoncitos de dibujos animados.
¿Por qué les pasa eso?
–Hay un grupo que lo está mirando, pero no está tan claro. Podría pensarse que pierden la regulación del apetito, pero yo he visto a estos ratoncitos y comen normal, hacen sus ejercicios normales, se comunican normales. Ya después de los cinco meses empiezan a engordar.
A propósito, ¿crees que los animales, como han opinado varios neurocientíficos, tienen conciencia?
–Sí, creo que sí. Y es mi karma, porque nosotros tenemos que usar animales para experimentar. Y te miran de una manera… Yo creo que sí la tienen.
¿Uno puede manipular sus niveles de cannabinoides?
–Se sabe que puedes producir más o menos con el consumo de cierta dieta, porque son ácidos grasos o derivados de ellos. ¿Pero de qué te sirve? Si todavía no sabemos realmente qué pasa cuando hay una sobre activación o una baja activación del sistema.
¿Pero sí sabemos que, en sus niveles normales, nos están influyendo todo el tiempo?
–Sí. Nuestras conductas, memorias y aprendizajes están regulados por los endocannabinoides.
Uno podría decir, por ejemplo, que cuando Gustavo Hasbún habla contra la marihuana está bajo los efectos de sustancias cannabinoides…
–Claramente. Aunque por las cosas que dice este hombre, su sistema debe estar muy saturado… Pero como te digo, todo esto es muy reciente. En los años 60, el doctor Mechoulam en Israel sintetizó el primer endocannabinoide, pero solo dijo “esto existe, ocurre en el organismo”. El sistema se conoció recién en 1991. Ahora sabemos que hay receptores para los cannabinoides, y que además hay otros canales que pueden ser activados, como el TRPV1, que es el canal del dolor, y al ser activado te disminuye el dolor.
CAUSAS Y EFECTOS
¿Mis niveles endógenos de cannabinoides influyen en cómo me pega la planta?
–Es un buen punto, porque la respuesta es no. Te va a pegar igual que a todos. Y hasta ahora la evidencia muestra que el consumo externo no aumenta los niveles endógenos, ni tampoco el número de receptores, como sí ocurre con la nicotina. Entonces, ¿por qué hay efectos distintos en distintas personas? Ahí viene el cuento sicológico y hay muchos estudios para entenderlo, pero son preliminares. Además, la gente que consume la planta suele consumir otras cosas, como el cigarrillo. ¿Qué pasa entonces con la activación simultánea de dos sistemas, el cannabinoide y el nicotínico? Está en estudio.
Pero, al menos, los efectos directos de cada tipo de planta van a poder distinguirse cada vez con más precisión, ¿o no?
–Eso sí. Pero ten en cuenta que la planta tiene al menos 66 compuestos y solamente conocemos bien cuatro. Y hay algo que me gusta dejar claro: el consumo masivo de cannabis antes de lo que llamamos “poda sináptica”, que ocurre cuando tu cerebro, entre los 15 y 18 años, comienza a reordenar sus neuronas –“esto se guarda, esto se bota”–, puede aumentar la predisposición a la esquizofrenia. Es decir, el consumo antes de los 15 o 16 años es riesgoso. Ahí pongamos hincapié, si vamos a legalizar. Hablar de “uso medicinal” implica entender que todo medicamento te hace bien para ciertas cosas y mal para otras. Eso hay que saberlo antes, y ahí viene la investigación científica.
En diciembre se aprobó que los laboratorios y las farmacias puedan producir y vender medicamentos elaborados con cannabis. ¿Es un avance relevante para la ciencia?
–Es relevante porque pone el tema en la mesa. Hoy, en Chile, un médico no puede tratar con cannabis a un paciente y después publicar los resultados, porque estaría fuera de la ley. Por ese lado, es muy bueno. Pero por otro lado, ¿cuál es el compuesto que me estás vendiendo?
¿Es THC, es CBD? ¿Cuál es la pureza? Hay que seguir ese proceso con cuidado.
Pero en otros países ya hay medicamentos aprobados, ¿no?
–Claro. Para los trastornos alimenticios, por ejemplo, ya hay bastantes en el mercado.
¿Esta apertura legal también los beneficia a ustedes para la investigación?
–No, para nada. Para trabajar con cannabinoides yo tengo que comprar compuestos farmacéuticos que valen 100 dólares, y el ISP me pide además pagar por el uso de la droga, por su internación y por cuánto yo compre. Así que en vez de salirme 100, me sale 300. Yo pensé que con esta apertura para las farmacias la cosa iba a cambiar, pero no, es lo mismo. La salida que encontramos ahora es que yo tengo una colaboración con la Fundación Daya. Ellos me van a dar extractos de cannabis de las plantaciones legales para trabajar.
Contemos un poco más sobre la investigación que están haciendo en el CINV.
–El objetivo en general es entender cómo el sistema endocannabinoide regula nuestro cerebro. Y cuando decimos cerebro también nos referimos al ojo, que es parte del sistema nervioso central. Es decir, queremos saber cómo los endocannabinoides regulan nuestra manera de ver el mundo exterior. Porque el ojo tiene receptores de cannabis en sus células fotorreceptoras. Y se sabe bien que los cannabinoides, a nivel de corteza visual, “desenrollan” este manojo de imágenes que viene del ojo, pero a nivel del ojo mismo no sabemos si ya están “desenrollando”.
Lo único que sabemos es que están ahí.
¿Es verdad que ahora con la luz se puede manipular el cerebro?
–Claro. Esto se descubrió hace muy poco. Ahora hay algo que se llama optogénetica y con ella, a través de la luz, puedo manipular las neuronas. Entonces, ¿qué pasa si yo con la luz puedo manipular el sistema endocannabinoide y, ante un dolor masivo, con luz te curo el dolor? También, por ejemplo, tenemos dos proyectos andando sobre estrés y depresión. Porque los endocannabinoides están hablando todo el tiempo con el sistema de la serotonina, que se supone que maneja todo lo relacionado con la depresión.
¿La hipótesis es que los cannabinoides le hacen parte de la pega a la serotonina?
–Exacto. De hecho tenemos harto dato, que quizás van a salir publicados pronto, de que así ocurre. La serotonina está liberando endocannabinoides. Y ahí puedes venir con otra idea: si al tener poca serotonina me deprimo, ¿será también porque tengo pocos cannabinoides y los necesito para ser feliz? No lo sé, pero la hipótesis está, se puede testear. También sabemos que el sistema endocannabinoide está hablando con el sistema de las dopaminas, y con un montón de otros sistemas. Es un regulador, por decirlo así, del 100% del cerebro. Hasta en los espermatozoides hay sistema cannabinoide, en el masculino sobre todo. Y tu intestino está lleno de cannabinoides, no es sólo una cosa cerebral.
IGNORANCIA CANNÁBICA
Volviste hace un año a Chile luego de vivir trece en EE.UU. ¿Cómo compararías el estado de la discusión sobre la marihuana en ambos países, tanto en el ámbito social como en el científico?
–Estamos a años luz. En Chile he conocido a dos o tres investigadores que también trabajan con el sistema, pero que no es su fuente principal. En Estados Unidos tienen 350 laboratorios trabajando en endocannabinoide. Obviamente nos vamos a nutrir del conocimiento que ellos saquen, pero creo que también estamos a años luz en términos sociales para poder hacer una discusión acabada al respecto. Llevamos años tratando de hacer entender cosas básicas. Y en general, los “especialistas” que opinan son gente que en su perra vida ha investigado, sólo saben lo que han leído.
¿Entre la comunidad científica todavía hay muchos mitos vigentes?
–Absolutamente.
¿Qué te sorprende seguir escuchando?
–Varias cosas. El otro día le escuché decir a un siquiatra en la tele que la cannabis te deja tonto. La típica de la abuelita: “si fumai, quedai tonto”. Más de algún tonto habrá fumado yerba, pero también muchos profesionales notables, premios nacionales, premios nóbeles…
¿Te picas al escuchar eso o te da risa?
–Me da risa, pero creo que por la impotencia de no poder decirle “déjate de hablar cabezas de pescao”. Pero como decía por ahí el Che Guevara, el mayor problema de los pueblos es la ignorancia. Aunque a veces también uno se lleva sorpresas gratas. El otro día, en una charla, una abuelita me dijo “oiga, yo me tomo unas agüitas de cannabis en la tarde y me siento fenomenal”. Esta forma de expresarse abiertamente es una buena señal. La gente ya no se espanta porque están hablando de marihuana en la tele. Antes era “la droga, la droga y la droga”.
“La marihuana produce la alteración de la mente, los transforma en adictos y los impulsa a dejar la educación, altera la memoria, afecta el desarrollo y el despliegue de sus capacidades”. Lo dijo Mariano Montenegro, el director del Senda nombrado en mayo pasado. ¿Tiene algún sustento?
-Cero, cero… Y me causa gracia, porque de dónde lo saca, más encima es el director. Hay un efecto en la memoria, sí, pero en la memoria a corto plazo, no a largo plazo, por lo tanto no te vuelves tonto. Si quieren informar, ¿por qué mejor no hacen una encuesta para saber cuántos abogados, sicólogos o sociólogos han consumido cannabis toda su vida y son buenos profesionales? Piensa que en monografías chinas consta que la cannabis –no necesariamente la sativa, porque hay muchas más– se usaba medicinalmente en el año 1200 a. de C. Los chinos la conocían, Marco Polo la conocía, la historia medicinal de la planta es súper larga… Hasta que el gobierno norteamericano la convirtió en una droga ilegal.
¿Te ha tocado discutir con médicos a los que sea imposible sacar del prejuicio?
–Sí. Yo parto mis charlas diciendo que no estoy a favor ni en contra, lo que quiero es saber cómo funciona. Pero me ha tocado con muchos médicos, sobre todo neurólogos, que a la mitad de la conversación te reconocen “oye, yo vi el sistema endocannabinoide durante media hora en una clase y sería todo, entonces no puedo tratar al paciente con cannabis si no sé lo que hace”. Bueno, pero si no saben, ¿por qué no preguntan? ¿Por qué no hacen ustedes, como médicos, un seminario? Si ellos ni siquiera quieren saber, es complicado. A veces me ha tocado simplemente agachar la cabeza y no seguir la discusión, porque no se puede. O lisa y llanamente me he retirado de la sala.
¿Te pasaba también en Estados Unidos?
–Nunca. Los médicos allá tienen seis meses de rotación en un laboratorio, entienden la ciencia. Saben que hay muchas cosas que no van a aprender en detalle, pero que están ahí y algún día se las pueden encontrar.
¿Ustedes tienen alguna relación con el ministerio de Salud o con la comunidad médica?
–Cero.
¿Ellos no han mostrado ningún interés por lo que ustedes están investigando?
–Cero.
Algo está fallando ahí, ¿no?
–Por supuesto, ahí hay un problema. Si el ministerio de Salud está haciendo leyes sobre el uso terapéutico, necesita científicos. ¿Cómo la cannabis puede ser medicina si no sabemos lo que hace?
En general, el uso medicinal legitimado es el alivio del dolor, pero hay un montón de posibilidades más en discusión.
–Hay muchas más: enfermedades cerebelares, la epilepsia refractaria, algunos tipos de parkinson, el estrés. Se sabe, por ejemplo, que ante un glaucoma es muy probable que el tratamiento con marihuana te ayude, porque el sistema endocannabinoide disminuye la presión arterial y, por lo tanto, la presión ocular. Sabemos que es neuroprotector, que disminuye la inflamación y el dolor neurológicos, que ayuda al desarrollo al sistema nervioso central. También se está viendo que el THC, en conjunto con la terapia química, puede destruir mucho más rápido las células cancerígenas. Sin embargo, no sabemos qué pasa en tu cerebro cuando, para tratar un cáncer de estómago, te aplican este tratamiento junto con cannabis. ¿Te estoy haciendo olvidar ciertas cosas? ¿Estoy haciendo que otro sistema funcione distinto? Creo que van a pasar 20 o 30 años antes de saber bien para qué sirve la cannabis. Y si el consumo masivo antes de cierta edad exacerba la esquizofrenia, la bipolaridad u otras enfermedades neurosiquiátricas. Es una discusión muy amplia, el problema es que acá está muy sesgada.
CIENCIA EN CHILE
¿Cómo ves las reformas en trámite a la ley 20.000? Hubo quejas por la indicación que presentó el gobierno para bajar el porte de 10 a 2 gramos y el autocultivo de de 6 plantas a 1.
–Para ser honesto, me da lo mismo.
¿Por qué?
–Porque no sé cuánta gente necesita seis plantas. Y si bajaron el porte a dos gramos, igual puedes salir con dos pitos. O sea, no lo encuentro terrible. Me importa más que en Chile no haya una política ni una institucionalidad científica. Así vamos a seguir con la ignorancia forever.
Todo lo que ha pasado con el Conicyt, ¿es un problema que los científicos ya tienen asumido o lo has visto con impotencia?
–Al menos yo lo he visto con un poco de impotencia, porque llegué pensando que las cosas habían mejorado y no han mejorado mucho. Incluso están peor que antes en términos de, por ejemplo, las Becas Chile. Hay cinco mil personas con beca afuera que tienen que volver al país, pero como acá no hay cinco mil puestos de trabajo, estamos mandando gente a entrenarse afuera para que después el conocimiento salga de allá y se quede allá. ¿Qué pasa si a esos cinco mil les dan la posibilidad de generar el conocimiento aquí? Es mucho mejor, ¿no? Y te sale más barato.
Tu actual proyecto, ¿cómo está financiado?
–Por varios lados. Tengo un Fondecyt, soy director de un Núcleo Milenio que se llama NU-MIND y además tengo afuera un proyecto francés y otro norteamericano.
¿Y cuánto tiempo tienen para hacer los descubrimientos que puedan hacer?
–Cuatro años, lo que duran los proyectos. Pero una pregunta tan simple como la que me hiciste tú, qué pasa en el sistema si aumento el consumo o si lo disminuyo, quizás no lo vamos a saber en 5, 10, 20… quizás yo me voy a morir sin saberlo. En investigación no hay nada que salga en un año. Normalmente al tercer o cuarto año ya estás sacando datos creíbles que se puedan publicar, conocimiento nuevo.
También haces actividades con los colegios.
–Sí. En realidad eso es lo que más me interesa, educar. Hace poco hicimos las Escuelas de Neurociencia para muchachos de tercero y cuarto medio. En julio vamos a hacer escuelas para profesores de ciencia, donde vamos a incentivarlos a que la ciencia no sea aburrida, como yo la aprendí en el colegio: una pizarra y una célula, la típica. También vamos a hacer un ciclo de charlas de neuroecología en el Museo de Historia Natural de Valparaíso, con investigadores de la siquiatría, la sociología y la ecología.
¿Cómo fue esa experiencia con los estudiantes de tercero y cuarto medio?
–Uff, buenísima. Yo creo que si a los 15 o 16 años me hubieran mostrado lo que en realidad era ser científico, hubiera elegido esta carrera mucho antes. No hicimos casi nada teórico ni de pizarra, ellos aprendieron haciendo los experimentos, generando ideas, hipótesis, y al final del curso presentaron sus resultados en una exposición en el Museo de Historia Natural. Vamos a repetirlo el próximo año y ojalá sea el puntapié inicial para una plataforma de investigación científica. Yo no espero que los muchachos que fueron al laboratorio estudien ciencia, de hecho una de ellas entró ahora a Ingeniería Electrónica, pero tiene la experiencia de cómo se hace ciencia en Chile y qué se necesita. Entonces, capaz que al terminar su carrera diga “mira, aquí necesitamos un amplificador con 10 mil voltios más, voy a hacer ciencia aplicada”. Así se crea la tecnología de punta. Además, muchos de ellos querían ser médicos, y ahí estamos tratando de hacer algo porque los estudiantes de Medicina, si tú vas a las escuelas de primer año, no tienen idea de lo que es hacer ciencia, están encerrados en libros. Y ellos son los primeros que deberían tener una pasantía científica.
¿Qué descubrimiento de la neurociencia te ha deslumbrado últimamente?
–Seguramente alguna vez escuchaste que las neuronas se mueren y no se pueden regenerar.
Sí.
–Pero un descubrimiento de un par de años atrás, mostró que hay una parte del cerebro donde pueden nacer nuevas neuronas en individuos adultos. Se sabía antes en ratoncitos, ahora lo sabemos del humano. Entonces, ¿por qué esa parte del cerebro y no todo? Qué pasa ahí, no sabemos.
Has dicho que tenemos un problema porque el cerebro evoluciona mucho más lento que la sociedad. O sea, vivimos en un mundo para el cual nuestro cerebro no está hecho.
–Me han molestado mucho por esa frase, pero creo que está bien dicha. Por decirlo de alguna manera, estamos como la ruta 68 en términos de cerebro y necesitamos una carretera alemana de cinco pistas. Estamos muy, muy atrasados. Y si siguen todos pegados al teléfono en vez de leerse cada tanto una novela o el diario, de aquí a diez años vamos a observar un gran desarrollo, pero de los tendones de los dedos, no sé si del cerebro.
Andrés Chávez en Puerto de Ideas
Domingo 10 de abril, 10:30 hrs. Ferrocarril de Antofagasta (FCAB). Entradas en puertodeideas.cl